Capítulo 71 Paul
Trabajo hace más de tres años en un lujoso resort en California, lo más importante en mi trabajo es la discreción, mucha gente de mucho dinero, incluyendo celebridades visitan el lugar para escapar de la locura de la ciudad y tener un poco de privacidad. No puedo decirles mi nombre ya que eso me metería en muchos problemas, pero pueden llamarme Paul, algún nombre ficticio tenía que usar, y que mejor que el de mi cantante favorito Sir Paul McCartney.
Oh también tuve la oportunidad de verlo por el resort el año pasado, una persona excelente déjenme decirlo, no solo un buen artista si no una persona increíble.
Pero no es de eso de lo que quería hablarles esta vez. Y no es que suela hacerlo, el hablar de los huéspedes digo, pero cuando los vi entrar por la puerta del resort tomados de las manos, fue como un baldazo de agua fría, pero lo digo en el buen sentido, no fui el único que no pudo disimular verlos, el resto de los huéspedes que se encontraban en el lobby voltearon a verlos descaradamente, y no es que muchos supieran quienes eran, sino que simplemente la atracción que emanaban uno hacia el otro era atrayente, distinta, única.
Como podría describirlo, déjenme pensarlo, si, era como una gran roca magnética que atraía todo a su paso, debo decir, que son dos personas muy atractivas, él es un joven muy buen mozo, con una sonrisa encantadora, muy amigable y atento, ella es una muchacha pequeña, pero extremadamente bella, con unos ojos verdes como dos luceros y una sonrisa perfecta. Pero cuando están juntos, uno siente que todo está en su lugar, que las fuerzas de la naturaleza están perfectamente alineadas y que todo está como debería estar.
Él le sonreía como si no existiera nadie más en el mundo, ella se derretía ante su sonrisa, ambos solo tenían ojos uno para el otro.
A medida que se acercaron a la recepción, las miradas se dirigían hacia ellos. Una anciana señora con su esposo, sonrió al verlos pasar a su lado. Le hizo señas a su marido, y le dijo en voz no muy baja.
_ Me recuerda a nosotros hace 50 años.
El sonrió y besó su mejilla, ambos los observaron por unos segundos, tal vez recordando su vida juntos.
Ambos se detuvieron frente a la recepción y él hablo unas palabras con la encargada, él le sonrió amablemente mientras rodeaba con su brazo la cintura de ella.
La muchacha se sonrojó y sonrió inclinando el rostro hacia un costado mirando al suelo. Inmediatamente el busco sus ojos y le susurró algo al oído, ella volvió a sonreír.
Aquellos ojos verdes, brillaron en un instante, entendí que era él y sus palabras los que le daban vida.
Una rubia despampanante pasó al lado de ellos, cuando ella lo vio no pudo evitar abrir la boca de par en par, estaba seguro que si hubiese podido se le lanzaba inmediatamente encima, pero cuando vio quien lo acompañaba no pudo evitar que la mandíbula se le cayera al suelo. Algo muy poderoso la retuvo en su lugar. Ese algo era la pequeña chica de ojos verdes y cabellos color rubio desteñido que aquel joven sostenía entre sus brazos.
El no se dio cuenta de lo graciosa que la rubia despampanante se veía en aquel momento, porque él solo tenía ojos para la muchacha que tenía a su lado.
No llevaban mucho equipaje solo un par de mochilas y una maleta pequeña, si no supiera quienes era, hubiese pensado que eran una pareja de mochileros que se habían equivocado de hotel.
El la guió hacia el ascensor, con una mano en la parte baja de su espalda, ella caminó con los brazos cruzados como evitando tocarlo, se notaba a leguas que era difícil para ella mantener sus manos para sí misma, pero quería evitar a toda costa llamar la atención sobre ellos, el en cambio caminaba con una sonrisa de orgullo llevándola a su lado de la cintura.
Entraron al ascensor y cuando las puertas se cerraron, fue como si el encanto terminara, fue como si mis ojos y el de los demás volvieran a ver el mundo bajo su color normal. La brillantez que aquella pareja traía consigo había desaparecido, mejor dicho se había ido con ellos.
Poco después los volví a ver en el bar del restaurante, ella le sonreía mientras él le hablaba muy cerca al oído. Algo muy interesante tuvo que haberle dicho, porque sus ojos se iluminaron y rió abiertamente, el a su vez sonrió encantado. Estaba claro que el trataba por todos los medios de hacerla reír, y verla reír lo hacía sentir poderoso.
La muchacha apretó los labios como queriendo detener la risa, pero el atacó inmediatamente, dijo algo, alguna cosa que hizo que ella no pudiera dejar de reír, sus ojos se llenaron de lágrimas de tanta risa, el rió también y se acercó de nuevo a su oído, se puso más serio y le susurró unas palabras, ella dejó de reír y lo miró a los ojos. El levantó la mano hasta su rostro y se lo acarició suavemente. Ella bajó la mirada tímidamente y se mordió el labio inferior.
El acercó su rostro al de ella, la muchacha no pudo evitar cerrar los ojos mientras el besaba su frente con un beso tierno. Luego el acercó su frente al de ella, dibujó dos palabras perfectamente que las pude leer.
“Te amo” dijo, y sus palabras se reflejaron en sus ojos, al igual que en los de ella. Estaba claro que el la hacía feliz.
Ella sonrió pero no dijo nada. Creo que se sentía un poco incómoda por la gente que los rodeaba, nadie los miraba en ese momento pero estaba claro que ella prefería estar con él entre cuatro paredes.
Ella le dijo algo y el sonrió, asintió en silencio y se levantó de la mesa, ella lo siguió poco después, el colocó su mano en la parte baja de su espalda y la guió entre las mesas del restaurante, presumiblemente hacia su habitación.
No volví a verlos aquel día, pero me quedó la imagen de esta pareja que despertaba en mi extraños sentimientos como hombre que soy, deseo, comprensión, compañerismo, complicidad, dedicación y sobre todo respeto, cariño y amor.
La última vez que los vi, se encontraban al borde de la piscina almorzando, ambos comían del mismo plato, se veían tan dulces, empiezo a sonar como una mujer cursi, pero si, la imagen de estos dos comiendo del mismo plato era tan natural y normal como si lo hicieran a diario, no había otra forma de describirla sino como dulce.
Los observé por unos minutos, sus pies se alineaban uno frente al otro debajo de la mesa, sus rodillas se tocaban y el estaba reclinado muy cerca de ella. Conversaban en voz muy baja pero muy animadamente.
Ambos orbitan alrededor del otro mientras sonreían abiertamente. El dejó el tenedor que tenía en la mano derecha a un lado del plato y colocó su mano sobre la mano de ella, la muchacha sonrió y desvió la mirada hacia el plato, pero no retiró la mano. Luego de unos segundos ella le dijo algo que lo hizo sonreír ampliamente y ella llevó una mano a su rostro y se lo acarició. El inmediatamente volteó su rostro para alcanzar la mano de ella con sus labios, le besó la mano y ella se ruborizó. Verlos era algo adictivo, uno quería seguir observándolos por horas.
Una mujer los observaba al igual que yo del otro lado de la piscina, cuando se aseguró de que habían terminado de almorzar, se armó de valor y se levantó de la mesa que ocupaba y caminó lentamente hasta la mesa en donde ellos se encontraban.
Dudo unos momentos, pero luego sonrió y habló con ellos. La muchacha negó con la cabeza con una sonrisa de disculpa, pero luego tomó la cámara que la mujer llevaba en la mano y el joven posó con la mujer y la muchacha tomó la fotografía.
La mujer pareció agradecer con una inclinación de cabeza y se retiró, dejando de nuevo solos a los enamorados.
Poco después se levantaron y caminaron juntos de la mano rumbo a su habitación, no los volví a ver, pero no pude dejar de pensar en ellos, se veían perfectos juntos, tal vez digan que soy ridículo, pero con mis 36 años a cuestas, y unas cuantas relaciones fallidas, lo único que puedo desear, es una muchacha como aquella que solo tenga ojos para mi, que sonría de los malos chistes que cuento, y que simplemente me haga feliz, tal y cual ella lo hace feliz a él. ¿No es eso lo que todos queremos?